Mis queridos en Cristo, hoy voy a compartirles mi testimonio de algo que viví (y ya confesé en su momento), cuando la tempestad casi destroza la barca de mi integridad mental y sobre todo, espiritual. Este caos duró hasta mi real conversión (el día en que Jesús pasó a ser Señor de mi vida y de mi ser) desde 1993 hasta 1998, cinco largos, tristes, y áridos años lejos de Él, en la búsqueda de respuestas a mis preguntas, leyendo todo lo que caía en mis manos, "investigando" para ver si encontraba el por qué de lo que pasaba en mi vida.
Nuestra familia era muy grande y unida, de esas que se reúnen los fines de semana en el que tiene la casa más grande para que quepan todos, desde el almuerzo hasta la cena, inclusive en vacaciones. Eran momentos de gran alegría, y por ser la mayor de tres hermanos, conservo la mayor parte de los recuerdos, a cuál mejor, de esas veladas. No imaginaba otro futuro que el seguir rodeados de nuestros mayores hasta que ellos fueran viejitos, y nosotros grandes...pero, nuestro Padre tenía otros planes. Perdimos a 9 integrantes en muy poco tiempo, entre los primeros tres, nuestro papá. Tal fue mi desconsuelo que no pude hacer el duelo por él hasta varios años después.
Me enojé. No entendía. Fui "el hijo mayor" de la parábola del hijo pródigo, aquel que cuestiona a su padre...
Cómo podía ser, si todos tratábamos de cumplir los Mandamientos, íbamos a Misa, etc...de golpe quedábamos solos tan jóvenes?? Sin referentes mayores a quien acudir por consejo?
Pues bien. Entre muchas otras "teorías" que me confundieron, una ejerció especial fascinación en mí. Me tranquilizaba, porque supuestamente me permitía "aceptar" lo que iba sucediendo, encontrando la "explicación" en "vidas anteriores".... Hablo, por supuesto, de la teoría de la reencarnación. Que, como bien me explicaba mi director espiritual, es una forma de negar la muerte, y pensar así nos tranquiliza.
En mi caso, me tranquilizaba encontrarle una explicación a las vivencias que tenía, pensando que pasábamos por esas cosas porque cada uno había "decidido" antes de venir al mundo vivir esas experiencias. Es fácil conformarse, y más fácil aún no buscar perfeccionarse en las virtudes, o en el desarrollo de los talentos, porque para qué cambiar lo que uno mismo eligió antes de nacer?
Gracias a Dios, un día pensé "...y dónde está Dios en todo esto? en ninguna parte". De golpe pude ver (innegable y por siempre agradecida acción de la Misericordia del Señor a través de Su Espíritu Santo) que de esa forma, Dios como Padre amoroso no existe, y por sobre todo, no se acepta Su Voluntad en la vida de cada uno. Comprendí también, que el demonio se aprovecha de nuestro dolor, para tentarnos a buscar en otros terrenos mentiras instantáneas que nos satisfagan, y que de paso, y sobre todo, nos alejen de Dios.
Y allí, sí, después de estar anestesiada tanto tiempo, llegó el dolor. El duelo postergado de todos los que se fueron, en la aceptación del Plan de Dios. Pero también la paz, sobrenatural, que realmente sobrepasa todo entendimiento, la paz de Cristo.
Nuestro Padre tuvo Sus motivos para dejarnos solos a mis hermanos y a mí, en esta época tan convulsionada, y caminamos en la esperanza de saberlo cuando también lleguemos a Su Casa. Sin apoyo terrenal, más temprano o más tarde buscamos a Aquel que todo lo puede, y todo lo abarca, y en Quien somos, nos movemos y existimos. Y, a pesar de todo lo vivido, hoy puedo decir yo también "Todo lo haces bien!" Porque "Dios escribe derecho en nuestros renglones torcidos", y Nuestro Buen Pastor no deja de buscarnos cuando estamos extraviados.
Toda la Gloria es del Señor, aleluia!
Paz y Bien
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