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domingo, 11 de julio de 2010
El nombre del matrimonio
El matrimonio tiene una importancia fundamental en la sociedad humana.
En la novela "El nombre de la rosa", Umberto Eco despliega su profesión de fe nominalista: no hay cosas, solamente nombres. De lo cual se sigue, que cambiando los nombres, se cambia la realidad. ¡Había resultado fácil, después de todo! Algo parecido quieren hacer con el matrimonio y la familia hoy día los poderosos de este mundo, poniendo a su servicio a los legisladores, periodistas, activistas pro-homosexualidad, etc.
El matrimonio tiene una importancia fundamental en la sociedad humana. Si la familia es la célula de la sociedad, el matrimonio es la base de la familia. Toda la estructura social descansa sobre el matrimonio. No puede haber una sociedad humana sin un proyecto a largo plazo, es decir, toda sociedad política humana, un país, por ejemplo, se basa en la suposición de que esa sociedad va a seguir existiendo por largo tiempo. Y esa suposición se basa en otra: que va a seguir naciendo gente para reemplazar a los que mueren. Y eso es posible solamente por la unión del varón y la mujer, que cuando se realiza con todas sus exigencias éticas y jurídicas, es el matrimonio.
Tan es así esto, que las "nuevas formas de matrimonio y de familia", que no son ni matrimonio ni familia, sin embargo tratan de imitar en lo posible al matrimonio y a la familia auténticos. Se nos dice que no es necesario que haya un varón y una mujer, o que no es necesario que haya apertura a la vida, o que no necesariamente han de venir de allí las nuevas generaciones. Y sin embargo, acto seguido se pasa a tratar de hacer a esos engendros lo más parecidos posibles a un matrimonio y una familia de verdad.
Por ejemplo, una pareja "gay" querrá adoptar niños, con lo cual confirma, en la forma retorcida del error y la imitación torpe, la verdad fundamental de que el amor sexual tiene que ver con la trasmisión de la vida, con la paternidad, con la filiación. Lo mismo si quieren recurrir a algún medio científico moderno para traer al mundo una nueva vida de modo antinatural, fuera de la relación sexual entre el varón y la mujer. Del mismo modo, si adoptan niños, probablemente uno de los miembros de la pareja adoptará el rol de "madre" y el otro de "padre", con lo cual, nuevamente, en forma travestida y deformada del error, se paga tributo a la verdad humana y familiar.
El hombre no puede cambiar su naturaleza, solamente puede violentarla. Pero como dice Aristóteles: nada violento dura. El error fundamental de las nuevas legislaciones que incluyen, por ejemplo, el mal llamado "matrimonio" homosexual con adopción de niños, el cambio de sexo en la documentación, etc., está en pensar que se cambia la realidad cambiando el sentido de las palabras. En realidad, lo único que se logra es crear más confusión y más sufrimiento. Si alguien nos pregunta ¿porqué el matrimonio tiene que ser entre un varón y una mujer? debemos responderle con otra pregunta: ¿porqué el cuadrado tiene que tener cuatro lados y cuatro ángulos? ¿Porqué los cuadrados no pueden ser redondos? ¿Porqué los caballos no pueden ser reptiles?
Es claro que puedo "redefinir" "caballo" de modo que ahora incluya el ser un reptil y no un mamífero. Lo que no es claro es qué ventaja voy a tener con eso, y lo que sí es claro es que habré aumentado la confusión y habré perdido una palabra que cumplía una útil y hermosa función. Pero cuando hablamos del matrimonio y la familia, los daños consiguientes son mucho más que lingüísticos.
La crisis por la que pasa nuestra sociedad hoy día es realmente espantosa y, no nos engañemos, sin precedentes. El primer paso, me parece, hacia su superación es que aprendamos de nuevo a darle a cada cosa el nombre que le corresponde.
(fuente: Autor: Nestor Martinez, Catholic.net)
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